Hace
tiempo llegué a una conclusión: "El ser humano es un animal
muy raro".
Sí,
biológicamente somos animales, comemos, bebemos, nos reproducimos,
sentimos frío y calor, expulsamos excrementos, experimentamos dolor,
miedo y placer, tenemos sentimientos respecto a los seres cercanos y
buscamos el bienestar y la supervivencia. Pero por definición (una
definición creada por el hombre, y cuando digo hombre
me refiero a hombre y mujer, al ser humano), pues eso, por definición
somos "homo sapiens". ¿Qué significa eso de "sapiens"?
¿Se trata sólo de la capacidad de racionar, de "saber"?
También los animales no humanos aprenden y saben. Bueno, pues vamos
a decir que ese "sapiens" abarca la capacidad de aprender,
saber, razonar sobre uno mismo y ser conscientes de todo esto. Y
además tenemos la capacidad de transcender, de acordarnos del pasado
y pensar en el futuro. Lo que más nos cuesta es vivir el MOMENTO
PRESENTE. Los animales no humanos viven el momento presente, pero no
son conscientes de ello (o al menos no como lo entendemos los
humanos), a cambio no son capaces de transcender.
¿De
qué nos sirven todas estas capacidades, este saber razonar,
hacernos conscientes y transcender? Bien, en realidad ya la pregunta
conlleva en sí otra característica humana: la idea de que las
cosas, los otros seres, las situaciones e incluso mis propias
capacidades deben tener una utilidad para mí, de modo que las valoro
y me relaciono con ellas en base a esta utilidad. Si alguien, me
proporciona alegría o satisfacción le considero simpático y buena
persona, si no coincide con mi forma de ver la vida le pongo un
calificativo negativo, desde antipático hasta déspota, sinvergüenza,
extremista o gilipollas; si algo me gusta quiero repetirlo, alcanzarlo
o poseerlo, y si no me gusta o me produce incomodidad o malestar,
quiero evitarlo. Y así nos hacemos normalmente infelices, por no
tener lo que deseamos y tener lo que no deseamos, y por medir el
mundo desde lo que me hace sentir bien y lo que me impide sentirme
bien, en vez de vivir lo que es.
Pero
al sistema (creado por el hombre) no le interesa que el ser humano
viva lo que es o dicho de otra manera el
momento presente. El
sistema quiere crear siempre nuevos deseos y necesidades (al fin y al
cabo vive de eso: usar y tirar, consumir, consumir), y nos lo
enmascara haciéndonos creer que así vivimos el momento presente, y
no sólo lo vivimos, sino que lo vivimos a
tope, disfrute máximo,
panacea, "que me quiten lo bailao". Pero ojo, sólo si
tenemos aquello que creemos (nos han hecho creer) que necesitamos.
De
esta manera el sistema nos condiciona, y nosotros nos dejamos
condicionar (es lo más fácil). En este sentido no somos diferentes
de los otros animales: vivimos sin ser conscientes.
Y ¿dónde dejamos la capacidad de transcendencia, y no sólo eso, sino
una característica más a la que aún no he aludido? y no me refiero
al amor. También los animales no humanos sienten cariño, cada uno a
su manera, hacia sus seres cercanos y sufren si les separan de ellos.
Hay quien lo llama "apego", vale, pues apego, y muchos
(humanos, claro) afirman que sólo el ser humano puede amar (y
también odiar). ¿Somos de verdad tan tontos que no queremos ver que
cada especie vive y siente según las características de su especie?
Un perro, por ejemplo, podría decir que los humanos somos tontos
porque no oímos u olemos lo que para ellos es tan evidente, y encima
ni siquiera sabemos ladrar.
Pero
la característica a la que aún no he aludido es la capacidad de
discernimiento, de decidir conscientemente sobre nuestros actos. Esto
es lo que se llama "el árbol del bien y del mal". No
quiero entrar aquí en temas como el dualismo y la creencia o no en
algo más allá de nosotros mismos (llamémoslo Dios, la Luz, la
Energía Superior o como queramos), sino simplemente aludir al hecho
de que somos capaces de decidir desde lo que llamamos "conciencia"
(y también "consciencia") sobre nuestros actos.
Y
es aquí donde vuelvo a mi primera frase: "El ser humano es un
animal muy raro", porque si tenemos la posibilidad de elegir
entre hacer daño o no a los otros seres (tanto humanos como no
humanos), al mundo e incluso a nosotros mismos, ¿por qué elegimos
aquello que hace daño, que mata, hiere, contamina o es insano? Hoy
en día no podemos aludir a la falta de conocimiento, ya que aunque
muchos medios de comunicación no desean transmitir el mensaje
(puesto que el sistema vive, como decíamos antes, de la falta de
consciencia de la población, y para ello usa medios manipulativos
camuflados), nadie puede decir que no sabe que un filete o un trozo
de jamón viene de una vaca o un cerdo, de un ser que estaba vivo y
ya no lo está, y que para convertirse en filete o en jamón ha
tenido que ser matado. Ni tampoco puede decir nadie que no sabe que
si algo se rompe y lo tira a la basura, está produciendo eso, basura
(y ya vemos qué rápido se estropean las cosas hoy en día,
precisamente para que compremos otras). Estamos convirtiendo al mundo
en un gran basurero. Y dónde dejamos los continuos escándalos
sobre los alimentos (aunque ya es un escándalo que se vendan pollos,
llenos de hormonas, a dos Euros, y que los cerdos y vacas no puedan
moverse ni siquiera en el establo para que su carne sea más blanca y
blanda. Comemos animales enfermos y luego vamos al médico. Es un
sistema muy bien pensado). Y es que no queremos abrir los ojos a la
evidencia, somos egocéntricos por naturaleza, antropocéntricos,
adictos al placer, a cubrir unas necesidades que nos han creado.
Somos marionetas y no queremos darnos cuenta.
Y
yo me pregunto ¿dónde está esa capacidad de discernimiento, eso
que se supone que nos diferencia de los demás animales?, ¿por qué
elegimos hacer sufrir a otros pudiendo evitarlo? En realidad no
necesitamos comernos a otros animales, ser tumbas vivas de los
cadáveres de otros seres que también tienen derecho a vivir, que
quieren vivir según su naturaleza. Quisiera que por un momento os
diérais cuenta de que si comemos vacas, cerdos, cabras y pollos en
vez de perros, gatos y personas es sólo por cuestiones de
condicionamiento, porque así lo hemos aprendido y lo hemos
interiorizado, de tal modo que nos resulta normal; pero hay otras
posibilidades de vivir sanos (incluso más sanos) y sin hacer daño
(directa o indirectamente) a nadie.
Desgraciadamente
no nos limitamos a comernos unos a otros, sino que apoyamos la
explotación de seres humanos que, simplemente por el hecho de que no
nos identificamos con ellos, los consideramos inferiores o con menos
derechos, y consumimos productos baratos fruto del sufrimiento de
todas estas personas. Y lo mismo ocurre con las selvas (convertidas
en monocultivos y en futuros desiertos), los mares (contaminados y
arrasados), la naturaleza en general (llena de pesticidas, de
urbanizaciones - muchas de ellas fantasmas-, de semillas
transgénicas, etc. etc), y luego nos quejamos si alguien nos pisa el
césped o se hace pipí en nuestra piscina.
No matamos con nuestras manos, pero matamos con nuestra conducta inconsciente al no querer darnos cuenta de que para que comamos carne alguien ha tenido que matar a un ser vivo, y que si vemos como normal comer a otros seres vivos capaces de sentir, comprar productos baratos sin preocuparnos de quién los produce y en qué condiciones, si hemos perdido el respeto por la Tierra y la tierra, es porque nos han educado así, en un mundo antropocéntrico, egocéntrico, que busca el placer y NO QUIERE darse cuenta de que todos tenemos derecho a vivir, independientemente de la especie, la raza o el sexo a los que pertenezcamos, cuidando de este planeta, que es el único que tenemos. El placer no justifica la muerte, el sufrimiento y la explotación de nadie ni de nada.
"El
ser humano es verdaderamente
un ser muy raro".
Pero
también sé que aunque seamos algo raros, también somos capaces de
transformarnos, como las mariposas, y traspasar la puerta que separa
ese mundo de condicionamiento inconsciente de ese otro mundo de
decisión libre, consciente y responsable, un mundo donde todos los
seres vivamos en armonía y respeto.
Foto: www.isladeanimales.com |
Foto: www.biologia.com |
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