En un principio pensé limitarme a las recetas de dulces sin azúcar, pero varias personas me han pedido que escriba también recetas saladas, así que me he dicho "¿y por qué no?". Al fin y al cabo no siempre nos apetece comer algo dulce. Si en vez de usar espelta usáis arroz o mijo será también apta para celíacos.
La
espelta verde no es otra cosa que la espelta recogida antes de
madurar y desecada, tradicionalmente con humo de haya y de forma moderna en
plantas desecadoras con aire caliente. Es originaria del sur de
Alemania (los primeros datos proceden del convento de Amorbach en el
año
1660) y se utilizó mucho en sopas, extendiéndose su uso incluso
hasta el Tercer Reich, para decaer después de la guerra. Actualmente
se ha recuperado su consumo, utilizándose en sopas, hamburguesas
vegetales y hasta en patés.
Lo mejor es moler el cereal en granos gruesos, a ser posible con un molinillo de cereales porque el de café no dura mucho si lo utilizamos para este fin (yo ya me he cargado varios).
200
gr espelta verde (si no la encontráis podéis hacerlo con espelta
normal, con arroz integral o con mijo)
½
l caldo vegetal
1 cebollita
1 zanahoria
2
cucharadas de harina de soja (optativo: harina de garbanzo)
Perejil
Mejorana
u otra hierba al gusto (albahaca, orégano o tomillo)
Pan
rallado (para celíacos usar pan rallado sin gluten)
Sal
y pimienta
Aceite
de oliva
A
ser posible molemos el cereal en granos gruesos. Si no tenemos molino
para cereales tendremos que comprarlos ya molidos.
Cocemos
el cereal en el caldo vegetal. Mientras tanto picamos la cebolla muy
menudita y rallamos la zanahoria. En un cuenco mezclamos la harina de
soja (o de garbanzo) con 6 cucharadas de agua. Cuando el cereal esté listo agregamos
la verdura picada y las hierbas, la mezcla de harina de soja y
sazonamos con sal y pimienta. Añadimos
un poco de pan rallado y probamos a hacer una bola no muy grande. Si
se pega mucho a los dedos agregamos más pan rallado. Vamos probando
hasta obtener una consistencia que no se desmorone y al mismo tiempo
no esté demasiado líquida. Es cuestión de probar.
En
una sartén antiadherente ponemos algo de aceite (no es necesario
mucho) y vamos colocando bolas de masa, las aplastamos un poco y
comprobamos que no se peguen a la sartén. Freímos las bolsas por los
lados añadiendo
aceite si es necesario, y las vamos sacando a un plato cubierto con
papel de cocina para que suelten el exceso de aceite.
Los
pastelitos se sirven calientes acompañados
de salsa de tomate.
Y
si os sobran podéis congelarlos o comerlos al día siguiente dándoles
un calentón en el horno. También se prestan para bocadillos si
hacéis una excursión.
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