Esta receta es de las antiguas, de esas que nadie se atreve a poner en blogs o en facebook porque ni es moderna, ni sirve para adelgazar, ni tiene una pinta de las de 1000 "me gusta", pero no me desanimo, porque está muy rica, es fácil de preparar y en invierno me permito unas cuantas calorías de más, que hace mucho frío.
Lo amarillo que se ve por encima es queso rallado vegano, pero es opcional |
¾ kg patatas para freir (las mejores son las patatas
agrias, que no saben agrias)
300 ml tomate triturado
Aceite para freir
Sal
1 cucharadita de azúcar de abedul
Bechamel
Bechamel clarita:
2 cucharadas de margarina o de aceite
2 cucharadas colmadas de harina integral de espelta
½ l de leche de soja sin azúcar
Nuez moscada
Sal
Pelamos las patatas las lavamos y las cortamos en
rodajas finas (lo mejor es con una mandolina). Las salamos un poco y las
freimos en abundante aceite. Sacamos y colocamos en una fuente larga para
gratinar.
Aparte freimos el tomate con un poquito (sólo un
poquito de sal) y el azúcar de abedul (se puede usar azúcar normal, pero yo uso
de abedul porque no daña a los dientes), con esto amortiguamos la acidez del
tomate.
Mezclamos las patatas con el tomate.
Preparamos una bechamel clarita. Primero tostamos la
harina con la margarina o el aceite (a mí me gusta hacer la bechamel con una
cebollita muy picadita, que rehogo primero en el aceite a fuego lento hasta que
esté transparente, luego añado la harina). Poco a poco vamos echando la leche
de soja sin parar de remover para que no se hagan grumos. Si por un casual se
formaran los grumos, le metemos la batidora de mano (tipo Minipimer) y santas
pascuas. Sazonamos con sal y nuez moscada al gusto. Si nos sale algo espesa, le
echamos más leche.
Por último cubrimos las patatas con la bechamel, sin mezclar
y metemos unos minutos en el horno a gratinar.
¡A comer, que se enfría!
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